miércoles, 8 de enero de 2020

Destrucción de Sodoma y Gomorra (Génesis 19)

Tomado del Comentario Bíblico Matthew Henry


Capítulo 19
El contenido de este capítulo es el relato de la destrucción de Sodoma, y el rescate de Lot de tal ruina. En el capítulo 18 veíamos la venida del Señor a echar un vistazo al actual estado de Sodoma. Aquí vemos el resultado de dicha investigación. Termina con el gran pecado de incesto de Lot y sus hijas.
Versículos 1–3
1. Sólo había un hombre bueno en Sodoma, y los mensajeros celestiales lo encontraron pronto. 2. Lot se distinguía suficientemente, en este tiempo, de sus conciudadanos lo cual le marcaba señaladamente entre todos los demás. (A) Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma a la caída de la tarde. (B) Era hospedador, como su tío Abraham, y muy generoso en sus invitaciones para acoger a otros en su casa. Así pues salió a recibir cortésmente a estos extranjeros, y les acogió de la mejor manera posible y con lo mejor que tenía de mesa y lecho, dándoles de su sinceridad las mayores evidencias. Cuando los ángeles aceptaron su invitación, les trató opíparamente. Nótese que los hijos de Dios deben ser (con prudencia) personas generosas.
Versículos 4–11
El clamor de Sodoma no era tan fuerte como la causa que lo provocaba.
I. Todos ellos eran impíos (v. 4). Su maldad se había hecho general, pues todos consentían unánimemente en cualquier propósito malvado.
II. Habían llegado al punto más alto de su maldad. Eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera (13:13), porque: 1. Estaban esclavizados por la perversidad más antinatural y abominable, un pecado que todavía lleva el nombre de ellos: sodomía (homosexualidad). Quienes pecan desvergonzadamente suelen permanecer impenitentes en su pecado, hasta que éste los arruina. Los que ni aun saben lo que es sonrojarse (Jer. 6:15), tienen de cierto el corazón muy duro. 2. Cuando se interpuso Lot con toda la mansedumbre imaginable, para ver de calmar el furor y el ardor de su concupiscencia, se volvieron todavía más insolentes y fieros contra él. Tan descompuesto quedó Lot con la vileza de su intento, que injusta e imprudentemente les ofreció en prostitución sus dos hijas (v. 8). Es cierto que, entre dos males, debemos escoger el menor, pero entre dos pecados, no debemos escoger ninguno, ni debemos Jamás hacer el mal para que resulte un bien. Ellos le amenazaron y le hicieron violencia.
III. Ninguna otra cosa sino el poder de un ángel pudo salvar a un hombre bueno de las manos de aquellos impíos. 1. Rescataron a Lot (v. 10). Incluso en la muerte, los santos son arrebatados, como Lot, a una casa de perfecta seguridad, y así se les cierra para siempre la puerta a los que les persiguen. 2. Castigaron la insolencia de los sodomitas: Hirieron con ceguera desde el menor hasta el mayor (v. 11). Con todo, estos sodomitas, aun después de haber sido cegados, continuaban buscando la puerta para echarla abajo, hasta que estuvieron rendidos de fatiga. No hay castigo que, por sí mismo, pueda cambiar la naturaleza corrompida y los perversos planes de los impíos. Si sus mentes no hubiesen estado tan cegadas como sus cuerpos, habrían dicho, como los magos de Egipto: Este es el dedo de Dios (Éx. 8:19), y se habrían sometido.

 Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 44.

Versículos 12–14

Los ángeles preparan la liberación de Lot.
I. Se le hace saber la inminencia de la destrucción de Sodoma: Vamos a destruir este lugar (v. 13).
II. Se le dice que avise a sus amigos y familiares para que ellos, si quieren, puedan salvarse con él (v. 12). 1. Que quienes, por la gracia de Dios, han sido liberados de la esclavitud del pecado, deben hacer cuanto puedan para liberar a otros, especialmente a sus parientes. 2. Oferta de un gran favor. Le preguntan cuántos parientes tiene allí, para que puedan salvarse con él sin preguntar si son malos o buenos. Nótese que, muchas veces, los malos disfrutan de bendiciones en este mundo en atención a sus parientes buenos. Resulta bien ser pariente de un hombre piadoso.
III. De acuerdo con las instrucciones de los ángeles, Lot advierte a sus yernos (v. 14). Obsérvese: 1. La amable invitación que Lot les hizo: Levantaos, salid de este lugar. 2. La poca atención que ellos pusieron en las palabras de Lot: Pareció a sus yernos como que se burlaba. Quizás pensaron que el asalto que acababan de hacer los sodomitas contra su casa le había perturbado las facultades mentales. Con la vida tan alegre que llevaban, y acostumbrados a bromearse de todo, tomaron también a broma su advertencia y perecieron así en la ruina de la ciudad.
Versículos 15–23
I. El rescate de Lot fuera de Sodoma (Ez. 14:14). A la mañana temprano, sus huéspedes, por amor a él, le sacaron de casa y a su familia con él (v. 15).
1. Con qué benigna violencia fue sacado Lot de Sodoma (v. 16). Parece ser que no se dio tanta prisa como el caso requería. Podía haberle sido fatal, si no le hubieran asido de la mano los ángeles y le hubiesen sacado de allí, salvándolo con temor (Jud. 23). La salvación de los hombres más justos debe ser atribuida a la misericordia de Dios, no a sus propios méritos. Somos salvos por gracia (Ef. 2:8).
2. Con qué benigna vehemencia le urgieron a escapar cuando lo llevaron ya fuera (v. 17). No debe sentir nostalgia de Sodoma: No mires tras ti. No debe perder tiempo por el camino: Ni pares en toda esta llanura. No debe detenerse hasta que llegue al lugar del refugio que le ha sido señalado: Escapa al monte. Semejantes a estos son los mandatos que se dan a los que, por gracia son liberados de la esclavitud del pecado. (A) No vuelvas al pecado y a Satanás, porque eso es volverse a mirar a Sodoma. (B) No te detengas en ti mismo y en el pecado, porque eso es quedarse en el llano. (C) Refúgiate en Cristo y en el Cielo, porque eso es escapar al monte, y no debemos parar hasta que lo consigamos.
II. Le fijaron un lugar en el que había de refugiarse. Primeramente se le había indicado un monte para que escapase a él, pero: 1. Él pidió que fuese una ciudad de refugio, una de las cinco que están próximas entre sí, llamada Bela (14:2, 18–20). Fue una debilidad por parte de Lot pensar en una ciudad de su propia elección como más segura que el monte que Dios le había fijado. Él que le había salvado de mayores males, ¿acaso no podía salvarle de males menores? Él insiste en su petición sobre la pequeñez de la ciudad: ¿No es ella pequeña? (v. 20). Eso le dio al lugar un nuevo nombre, pues se le llamó Zoar, es decir, pequeña (v. 22). 2. Dios le concedió lo que pedía, a pesar de la debilidad carnal que la petición entrañaba (vv. 21–22). Véase qué favor otorgó Dios a un verdadero justo, aunque débil. Y Zoar quedó exenta del castigo, en atención a él.
III. La Palabra de Dios hace notar el detalle de que el sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar, porque cuando una persona buena entra en un lugar, es como si entrara una luz con ella, al menos así debería ser.

 Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 44.

Versículos 24–25
Entonces, esto es, después que Lot llegó a Zoar sano y salvo, fue cuando llegó la destrucción a Sodoma; porque los justos son arrebatados del mal que se acerca. Entonces, cuando el sol había amanecido claro y brillante, presagiando un día maravilloso, es cuando surgió la tormenta para dar a entender que no procedía de causas naturales. Fue una tormenta sin precedentes y de tal magnitud que no la ha habido después igual. Fue un castigo que dejó todo asolado: Destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra (v. 25). Fue una ruina completa e irreparable. Aquel fructífero valle ha quedado hasta hoy convertido en un gran lago, o mar muerto. En Números 34:12, se le llama el Mar Salado. Tiene unos 48 km. de largo, y unos 16 de ancho; no alberga ningún ser vivo, no es agitado por el viento, despide mal olor y las cosas no se hunden fácilmente en él. Nadar en él es muy fácil, pero peligroso, porque una bocanada de agua puede ser fatal. Los griegos lo llamaban ya Asfaltites, por la especie de brea que despide. El Jordán cae en él y allí muere. Fue un castigo muy apropiado para sus pecados. Los que pecaban yendo en pos de carne diferente (Jud. 7 griego), fueron destruidos por fuego diferente. La Biblia alude con frecuencia a este castigo, y hace de él un ejemplo de la ruina de Israel (Dt. 29:23), de la de Babilonia (Is. 13:19), de la de Edom (Jer. 49:18), y de la de Moab y Amón (Sof. 2:9).
Versículo 26
Esto también está escrito para nuestra admonición. Nuestro Salvador se refiere a ello en Lucas 17:32: Acordaos de la mujer de Lot. Así como por el ejemplo de Sodoma, se advierte a los impíos que se vuelvan de su impiedad, así por el ejemplo de la mujer de Lot, se advierte a los justos a que no se vuelvan de su justicia (v. Ez. 3:18, 20).
I. El pecado de la mujer de Lot: Miró atrás, a espaldas de él (v. 26). Así desobedeció un mandamiento expreso. Probablemente tuvo nostalgia de su casa y de los bienes que dejaba en Sodoma, y se sintió remisa en dejarlos. Cristo insinúa que fue éste su pecado (Lc. 17:31–32); también ella tuvo en mucho sus enseres. Su mirar atrás evidenciaba una inclinación a volverse atrás y, por eso, nuestro Salvador la usa como una ilustración que nos amonesta contra la apostasía de nuestra profesión cristiana. Hemos renunciado al mundo y a la carne, y hemos afirmado nuestro rostro hacia el Cielo; estamos en la llanura, en estado de prueba; y nos enfrentamos a un gran peligro, si nos volvemos hacia los intereses que profesamos haber abandonado.
II. El castigo de la mujer de Lot por su pecado: Se volvió estatua de sal. Aunque era un monumento de la misericordia de Dios que la distinguió de sus paisanos liberándola de la destrucción de Sodoma, el Señor no hizo la vista gorda ante su pecado de desobediencia, sino que la convirtió en un monumento de amonestación para todos los que se vuelven a las cosas de atrás (Jn. 6:66). Puesto que mirar atrás es algo tan peligroso, extendámonos a lo que está delante, prosiguiendo hacia la meta (Fil. 3:13–14).
Versículos 27–29
I. El piadoso interés de Abraham. Subió por la mañana a mirar hacia Sodoma, por ver lo que había ocurrido después de sus oraciones a Dios. Debemos enviar nuestras oraciones como una carta, y luego esperar la respuesta; dirigir nuestras plegarias como flechas, y después mirar si han alcanzado el objetivo (Sal. 5:3).
II. Dios se muestra favorable a Abraham (v. 29). Como anteriormente, cuando oró por Ismael, Dios le oyó en cuanto a Isaac; así también ahora, cuando oró por Sodoma, Dios le oyó por Lot: Dios se acordó de Abraham y, en atención a él, envió fuera a Lot de en medio de la destrucción. Nótese que Dios, sin duda alguna, dará una respuesta de paz a la oración de fe, a su modo y en su tiempo; aunque, por algún tiempo, parezca haberla olvidado, tarde o temprano se verá claro que la recordaba.

 Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 45.


Versículos 30–38
I. La gran dificultad y el gran apuro en que se vio Lot después de su liberación (v. 30). 1. Tuvo miedo de quedarse en Zoar probablemente porque halló que la ciudad era tan perversa como Sodoma, y de ahí concluyó que no había de permanecer por mucho tiempo. Nótese que las residencias y refugios de nuestra propia elección, en los que no seguimos la voluntad de Dios, resultan ordinariamente incómodos. 2. Se sintió constreñido a irse al monte y habitar allí en una cueva. Obsérvese que: (A) Ahora veía con gusto irse al monte, lugar que Dios le había fijado para su refugio. B) El que, no hace mucho, no encontraba en toda la tierra sitio suficiente para sí y para sus pertenencias, sino que tuvo que darse de codazos con Abraham y ausentarse de él cuan lejos pudo, se ve ahora confinado a un agujero en el monte, donde apenas tiene espacio para revolverse, y ahí se encuentra solitario y temblando.
II. El gravísimo pecado del que Lot y sus hijas fueron culpables, cuando se hallaban en este desierto lugar. Es una historia muy triste.
1. Sus hijas tramaron un perverso complot para hacerle pecar y, sin duda, ellas tuvieron la mayor culpa. (A) Hay quienes piensan que su intención era plausible. Su padre no tenía hijos, ellas no tenían marido, ni sabían dónde encontrar quienes fuesen de la santa descendencia y, por otra parte, si se casaban con extraños, los hijos que les naciesen no podrían llevar el nombre de Lot. Pero: (B) Cualquiera que fuese su intención, lo cierto es que su plan era una perversidad y una vileza, y un ultraje descarado a la luz y a la ley de la naturaleza.
2. Lot mismo, por su insensatez e imprevisión, fue miserablemente rendido hasta el punto de tolerar que sus propias hijas le embriagaran por dos noches consecutivas y cometiesen con él el pecado de incesto (vv. 33 ss.) ¡Señor, qué es el hombre! ¡Lo que son los mejores hombres, cuando Dios los deja de su mano! (A) El peligro de la seguridad. Lot, que se había conservado en Sodoma sobrio y casto, ahora que estaba solo en el monte, fuera de toda tentación según él pensaba, fue sorprendido y derrotado vergonzosamente. Por tanto, quien piense que está firme y alto, cuide no caiga. Mientras vivimos en este mundo, no hay monte que nos pueda poner fuera del alcance de los encendidos dardos de Satanás. (B) El peligro de la ebriedad. No es sólo un pecado en sí misma, sino que es el pasadizo hacia muchos otros pecados; puede, en efecto, conducir a los peores y más antinaturales pecados.
3. Al final, tenemos el relato del nacimiento de los dos hijos (y, a la vez, nietos) de Lot, Moab y Amón, padres de dos naciones vecinas de Israel, de las que leemos con frecuencia en el Antiguo Testamento; ambos juntamente son llamados los hijos de Lot (Sal. 83:8).
Por último obsérvese que, tras esto ya no vemos ni una sola palabra acerca de Lot, pero del silenció que la Escritura guarda de él en lo sucesivo, podemos aprender que la ebriedad, que hace a los hombres olvidadizos, también los hace, a los ojos de Dios, olvidados.

 Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 45.

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