miércoles, 8 de enero de 2020

Caín y Abel (Génesis 4)

Tomado del Comentario Bíblico Matthew Henry


Capítulo 4
En este capítulo vemos al mundo dentro de una sola familia. Y así como toda la humanidad estaba representada en Adán, así vemos ahora la gran distinción de santos y pecadores representados quí por Abel y Caín respectivamente, y se nos da un temprano ejemplo de la enemistad que recientemente había sido establecida entre la simiente de la mujer y de la serpiente. Vemos:
I. El nacimiento, nombres y oficios de Caín y de Abel (vv. 1–2). II. Su relación con Dios, y los diferentes efectos en uno y en otro (v. 3a). III. El enfado de Caín con Dios, y el reproche consiguiente de Dios (vv. 5–7). IV. Caín asesina a su hermano, y Dios le procesa por tal crimen (vv. 8–16). V. Familia y posteridad de Caín (vv. 17–24). VI. Nacimiento de otro hijo de Adán y de otro nieto (vv. 25–26).
Versículos 1–2
Adán y Eva tuvieron muchos hijos e hijas (5:4). Pero la historia bíblica se centra en Caín y Abel.
I. Los nombres de estos hijos. 1. Caín significa posesión; pues Eva, al darlo a luz, dijo con gozo, gratitud y gran expectación: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Obsérvese que los hijos son regalo de Dios, y hemos de reconocerle como formador de nuestras familias. Se duplica y se santifica el gozo y la ayuda que nos proporcionan cuando los vemos como venidos de las manos de Dios, quien no abandonará la obra y el regalo de sus propias manos. 2. Abel significa resuello, como si ya indicase que su vida iba a ser tan breve como el tiempo de una alentada; ¿o quizá le puso ese nombre su madre, por estar ya tan satisfecha de haber obtenido varón en Caín, que este otro le parecía una cosa vana?
II. Los oficios de ambos. 1. Ambos tuvieron un llamamiento.
Dios había dado al padre de ellos, cuando aún se hallaban en estado de inocencia, un quehacer que cumplir, y a ellos también les daba el suyo. Nótese que es la voluntad de Dios que cada uno de nosotros tenga algo que hacer en este mundo. Los padres deben criar a sus hijos para algún quehacer. «Dadles una Biblia y un oficio (decía el bueno de Mr. Donald), y Dios sea con ellos.» 2. Sus oficios eran diferentes, para que pudiesen intercambiarse los respectivos productos, como era menester en aquellas circunstancias. Los miembros del cuerpo social tienen necesidad unos de otros, y el mutuo amor se mantiene con el mutuo intercambio de bienes. 3. Sus oficios correspondían al trabajo del hombre de campo, que era la profesión de su padre. 4. Abel, aunque era el más joven de los dos, aparece como el primero en tomar oficio, y probablemente su ejemplo atrajo a Caín a hacer otro tanto. 5. Abel escogió el oficio más favorable para la contemplación y la devoción, pues así ha sido siempre considerada la vida pastoril.
Versículos 3–5
I. Las devociones de Caín y Abel. Andando el tiempo, Caín y Abel presentaron ante Adán el sacerdote nato de la familia, cada uno una ofrenda a Jehová. Dios probaría así la fe de Adán en la promesa y su obediencia a la ley medicinal, estableciendo así una comunicación ulterior entre el cielo y la tierra y ofreciendo como sombras de los bienes venideros. Nótese aquí: 1. Que el culto religioso a Dios no es una invención tardía, sino una institución primitiva. Es lo que existía desde el principio (1 Jn. 1:1); es el antiguo buen camino (Jer. 6:16). 2. Que es cosa buena el que los hijos sean bien educados cuando son jóvenes, y acostumbrados a los servicios religiosos, para que, cuando sean capaces de actuar por sí mismos, puedan, de su propia iniciativa, presentar ofrendas a Dios. 3. Que cada uno debe honrar a Dios con lo que posee, según Dios le haya prosperado. 4. Que los hipócritas y los malhechores pueden llegar tan lejos como los mejores hijos de Dios en los servicios exteriores de la religión. Caín trajo una ofrenda, lo mismo que Abel; más aún, Caín es mencionado primero, como si se hubiese adelantado a ofrecerla. También el fariseo y el publicano estaban orando al mismo tiempo en el templo (Lc. 18:10).
II. Los diferentes resultados de sus respectivas devociones. Lo primero que se requiere en todos los actos de religión es la aceptación de Dios; nuestra prisa es correcta, si alcanzamos ese objetivo; pero vana es nuestra adoración, si falta ese requisito (2 Co. 5:9). Dios miró con agrado a Abel a su ofrenda, y le mostró su aceptación, probablemente mediante fuego enviado del cielo; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda de él.
1. Había una diferencia en los caracteres de los oferentes. Caín era un malvado y, por tanto, su sacrificio era una vana ofrenda (Is. 1:13). Dios no veía con agrado su persona y, por ello, no miraba con agrado su ofrenda. Pero Abel era recto; es llamado Abel el justo (Mt. 23:35); su corazón era recto y piadosa su vida. Dios le miró con agrado como a hombre santo y, por tanto, a su ofrenda como a santa ofrenda.
2. Había diferencia en las ofrendas presentadas. Expresamente se dice (He. 11:4) que Abel ofreció más excelente sacrificio que Caín: o (A) en la naturaleza del sacrificio, o (B) en las cualidades de la ofrenda. Caín ofreció del fruto de la tierra lo primero que le vino a mano, ejemplo de su desdén. Pero Abél tomó empeño para escoger su ofrenda: no lo defectuoso, no lo mezquino, no lo de desecho sino de los primogénitos de sus ovejas—lo mejor que tenía—y de lo más gordo de ellas—lo mejor de lo mejor.
3. La gran diferencia fue que Abel ofreció con fe; Caín, no. Había una gran diferencia en el principio que animaba a uno y a otro. Abel ofrecía con la vista puesta en la voluntad de Dios como norma suya, y en la gloria de Dios como objetivo final, mientras que Caín lo hacía sólo por seguir la corriente o por salvar su prestigio, no por fe, y así resultaba en pecado. Abel era humilde y contrito, Caín, altivo y complaciente; dentro de él anidaba la autoconfianza.
III. Desagrado de Caín ante la diferencia que Dios hacía entre su sacrificio y el de Abel. Caín se puso muy furioso, lo cual se le reflejó bien en su semblante. Este furor habla por sí mismo: 1. De su enemistad con Dios. Debió haber estado furioso consigo mismo por su propia infidelidad e hipocresía, por la cual había perdido el agrado de Dios. Nótese que es señal cierta de un corazón altivo el altercar con los reproches que, por nuestro pecado, hemos traído sobre nosotros. 2. De la envidia hacia su hermano. Concibió contra él un odio como contra un enemigo. Observa: (A) Que es propio de quienes se han hecho indignos del favor de Dios el indignarse contra los que se conservan dignificados por dicho favor. Los fariseos iban por este camino de Caín, cuando no entraban ellos mismos en el reino de Dios ni permitían hacerlo a los que entraban (Lc. 11:52). (B) La envidia es un pecado que, de ordinario, lleva consigo su propio castigo en el pudrimiento de los huesos.
Versículos 6–7
Dios razona aquí con Caín para convencerle del pecado y de la locura de su furia y de su descontento, y para traerle de nuevo al buen genio, para evitar así que la corriente del pecado siga su curso maligno. De modo parecido argüía con el hijo mayor el padre del hijo pródigo (Lc. 15:28 y ss.).
I. Dios interroga a Caín sobre la causa de este descontento: ¿Por qué ha decaído tu semblante? Observa: 1. Que Dios se percata de todas nuestras emociones y pasiones pecaminosas. 2: Preguntémonos: «¿Por qué me pongo furioso? ¿Hay alguna causa real, justa, proporcionada, para ello? ¿Por qué me enfurezco tan pronto?»
II. Para traer de nuevo a Caín a su buen sentido, se le demuestra aquí:
1. Que no tiene ninguna razón para estar enfadado con Dios.
A) Dios pone delante de Caín vida y bendición: o (a) «Si hubieses obrado bien, como tu hermano, habrías sido aceptado, como lo fue él», o (b) «Si en lo sucesivo obras bien, si te arrepientes de tu pecado, reformas tu corazón y tu vida, y ofreces tu sacrificio de mejor manera, serás todavía aceptado, tu pecado será perdonado, y tu bienestar y honor restaurados; todo marchará bien». Mira cuán temprano fue predicado el Evangelio, y fueron ofrecidos sus beneficios, incluso a uno de los mayores pecadores.
B) Dios pone delante de él muerte y maldición: «Si no vas a obrar bien, si persistes en esa ira y, en vez de humillarte delante de Dios, te endureces contra Él, el pecado está a la puerta», esto es, (a) otro pecado más. «Ahora que el enojo está en tu corazón, el homicidio está a la puerta.» O (b) el castigo del pecado. Tan emparentado está el castigo con el pecado, que una sola palabra expresa ambos en hebreo. Cuando el pecado se aloja dentro de casa, la maldición está a la puerta, como un alguacil, presto a arrestar al pecador dondequiera que se meta. A la puerta está el pecado consumado, cuando ha sido concebido en el corazón (Stg. 1:15). Por consiguiente, Caín no tenía ninguna razón para estar enojado con Dios, sino sólo contra sí mismo.
2. Que no tiene ninguna razón para estar enojado con su hermano. No es su hermano el que lo ha puesto en esta situación de enfado, sino su propia envidia, su orgullo, la maldad de su propio corazón. Es cierto que el pecado está a la puerta, como una fiera hambrienta que se acuesta a la puerta acechando a que su víctima vaya a salir, para abalanzarse sobre ella. Alimentar el fuego de una pasión es como preparar la presa para los más terribles asaltos de una fiera, pero, por mucho que las pasiones asalten el corazón humano, están sujetas a nuestro deseo consciente. Nuestro corazón es una fortaleza que sólo puede ser tomada cuando se rinde voluntariamente desde dentro, por falta de decisión de seguir luchando.
Versículo 8
El asesinato de Abel, que puede considerarse desde dos puntos de vista:
I. Como pecado de Caín; así fue un pecado de color escarlata, un crimen de primera magnitud. Véase en él: 1. El acto de Adán de comer del fruto prohibido parece, en comparación un pecado pequeño, pero fue el pecado de Adán el que abrió la puerta a este horroroso crimen. 2. Es un fruto de la enemistad que hay en la simiente de la serpiente contra la simiente de la mujer. Tan temprano, el que era según la carne perseguía al que era según el Espíritu (Gá. 4:29). 3. Mira también lo que procede de la envidia, del odio, de la malicia y de toda falta de amor; si se les presta calor y cobijo dentro del alma, pronto surge el peligro de que el ser humano se vea envuelto en el horrible crimen del asesinato. Muchos eran los agravantes del pecado de Caín. (A) Fue a su propio hermano a quien mató, a su hermano menor, a quien debía haber protegido. (B) Fue a un buen hermano, que nunca le había hecho ningún daño. (C) Dios mismo le había prevenido contra lo que podía ocurrir; sin embargo, él había persistido en su bárbaro propósito. (D) Cubrió el crimen con capa de amistad y amabilidad: «Salgamos al campo»—dijo a su hermano. La paráfrasis caldea añade que Caín sostenía que no había juicio venidero ni un estado futuro, y que, cuando Abel tomó la Palabra en defensa de la verdad, Caín aprovechó la ocasión para lanzarse sobre él. Sin embargo: (E) Lo que la Escritura nos señala como razón por la cual lo mató, es una evidente agravante del asesinato; fue porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas (1 Jn. 3:12). Más aún (F) al matar a su hermano, asestó un golpe a Dios mismo; odiaba a Abel, porque Dios le amaba.
II. Como padecimiento de Abel. La muerte reinaba desde que Adán pecó, pero hasta ahora no habíamos leído de nadie que hubiese caído al filo de su guadaña; y ahora: 1. El primero que muere es un santo, uno que era aceptado y amado por Dios. El primero que fue a la tumba, fue también a la presencia de Dios. Más aún: 2. El primero en morir es un mártir, pues muere por su religión. La muerte de Abel no sólo no comporta maldición, sino que produce coronación.
Versículos 9–12
El juicio y la condenación del primer homicida.
I. El emplazamiento de Caín: Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Le pregunta para sacarle una confesión de su crimen, pues todos los que quieran ser justificados ante Dios deben acusarse a sí mismos, y los que están verdaderamente arrepentidos lo harán así.
II. Declaración de Caín: Alega no ser culpable, y añade a su crimen rebelión. Pues: 1. Se esfuerza en cubrir un asesinato deliberado con una mentira deliberada: No sé. Así, en Caín, el diablo se manifiesta homicida y mentiroso desde el principio. Son extrañamente ciegos los que piensan que es posible ocultar sus pecados a un Dios que todo lo ve, y son también extrañamente duros los que piensan que es deseable ocultarlos a un Dios que perdona sólo a los que los confiesan. 2. Imprudentemente acusa a Dios, su Juez de necedad e injusticia al hacerle la siguiente pregunta: ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Debería haberse humillado y haber dicho: ¿Acaso no soy yo el asesino de mi hermano? Algunos piensan que se refiere a Dios y a Su providencia, como si dijese: «¿No eres tú su guarda? Si no se le encuentra, será tuya la culpa y no mía, pues nunca pensé tenerlo a mi cargo.» Nótese que los que se desinteresan de los asuntos de sus hermanos, y no se cuidan de ellos cuando tienen oportunidad, para impedir que sufran daño en sus vidas, bienes o buen nombre, y especialmente en sus almas, están hablando realmente el lenguaje de Caín (v. Lv. 19:17; Fil. 2:4).
III. Caín queda convicto de su pecado (v. 10): La evidencia contra ti es clara e incontestable: «La voz de la sangre de tu hermano clama». Dios se expresa como si la sangre misma fuese, a la vez, testigo y demandante, antes de que el propio conocimiento de Dios testificase contra él. Observa aquí: 1. El homicidio es un pecado que clama más que ningún otro. Los que sufren con paciencia claman por perdón (Padre, perdónales), pero su sangre (exceptuando la de Cristo) clama por venganza. 2. Leemos que la sangre de Abel clamaba desde la tierra … que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano (v. 11). 3. En el original está en plural, las sangres de tu hermano, como si dijera: no sólo su sangre, sino la de todos que podían haber descendido de él. ¡Cuán bueno es para nosotros el que la sangre de Cristo hable mejores cosas que la de Abel (He. 12:24)! La sangre de Abel clamaba por venganza; la de Cristo clama por perdón.
IV. La sentencia pronunciada contra Caín: Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra (v. 11).
1. Él es maldito. La maldición por la desobediencia de Adán recayó directamente sobre la tierra: Maldita será la tierra por tu causa; pero la maldición por la rebelión de Caín recayó directamente sobre él: Maldito seas tú. Todos hemos merecido esta maldición, y es sólo en Cristo como los creyentes son salvos de ella y heredan la bendición (Gá. 3:10, 13).
2. Es maldito de la tierra. Caín encontró su castigo donde escogió su porción y afincó su corazón. Dos son las cosas que esperamos de la tierra y, con esta maldición las dos son negadas a Caín y arrebatadas de él: el sostenimientó y la residencia. (A) Aquí le es retirado el sostenimiento que ofrece la tierra. Es una maldición que recae sobre su bienestar y sobre su amor al oficio, en particular: Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza. (B) Le es negada también una residencia fija en la tierra: Errante y extranjero serás en la tierra. Con esto, quedaba condenado (a) a perpetua desgracia y reconvención entre los hombres (b) a perpetua inquietud y horrorosa ansiedad en su propia mente. Su conciencia culpable habría de perseguirle dondequiera que fuese, hasta hacerle Magor-missabib, que se traduce terror en derredor. ¿Qué descanso, qué lugar seguro, pueden encontrar quienes andan cargados en su interior de sus propias confusiones inquietantes por dondequiera que van? Por fuerza tienen que ser fugitivos quienes andan así de agitados.
Ésta fue la sentencia pronunciada contra Caín, y aun en ella había mezcla de misericordia, por cuanto no fue inmediatamente cortado de la existencia, sino que se le dio lugar y tiempo para arrepentirse; porque Dios es paciente para con nosotros, no queriendo que nadie perezca (2 P. 3:9).
Versículos 13–15
Algo más sobre el proceso seguido contra Caín.
I. La queja de Caín por la sentencia pronunciada contra él, como dura y severa. Algunos piensan que habla el lenguaje de la desesperación. Hay perdón de parte del Dios de los perdones por los mayores pecados y para los mayores pecadores; pero se lo pierden los que desesperan de él. Hace poco, Caín tenía en nada su pecado, pero ahora se va al otro extremo. Satanás se las arregla para arrastrar a sus vasallos de la presunción a la desesperación. Piensa Caín que se le trata con rigor cuando realmente se le trata con favor: se queja de su mal, cuando tantas razones tiene para maravillarse de estar fuera del Infierno. Y, para justificar su queja, Caín comenta amargamente sobre su sentencia. 1. Por ella, se ve a sí mismo excluido del favor de su Dios. 2. Se ve expulsado de todas las comodidades de esta vida y concluye que siendo un fugitivo, es arrojado hoy de la faz de la tierra. 3. Se ve a sí mismo expuesto al odio y a la mala voluntad de toda la humanidad: Sucederá que cualquiera que me encuentre, me matará. Por dondequiera que esté vagando, su vida está en peligro; al menos, así lo cree él; y, a semejanza de un deudor insolvente, piensa que cualquiera que se encuentre con él, será un alguacil. Todos cuantos vivían entonces en la tierra eran parientes próximos suyos; sin embargo, precisamente de ellos tiene miedo; y justamente, pues él se había portado horriblemente con su hermano. Contempla a la creación armada contra él.
II. Confirmación de Dios añadida a la sentencia, pues cuando Él juzga, siempre vence (v. 15). 1. Obsérvese cómo es protegido Caín de la ira por medio de esta declaración notificada, según podemos suponer, a todo aquel pequeño mundó a la sazón existente: Cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado, porque, si Caín no es protegido de la muerte violenta, la sentencia pronunciada contra él (que sería errante y extranjero) quedaría sin efecto. Al decir Dios en el caso de Caín: Mía es la venganza, yo pagaré, hubiese sido una atrevida usurpación por parte de cualquier hombre el quitarle a Dios la espada de la mano. 2. Jehová puso señal en Caín, para distinguirle del resto de la humanidad y para que, con esta señal de protección, no lo matase cualquiera que le hallara, sino que cumpliese la condena que Dios le había impuesto.
Versículos 16–18
Sigue el relato de la historia de Caín, después de ser rechazado por Dios.
I. Caín se sometió mansamente a la parte de la sentencia por la que el rostro de Dios le quedaba oculto; pues (v. 16) salió de delante de Jehová, esto es, voluntariamente renunció a buscar el rostro de Dios y a la religión, y se sintió satisfecho de verse privado de sus privilegios, con tal de no estar bajo sus preceptos. Salió pues, Caín, de la presencia de Dios, y en ningún otro lugar encontramos que volviese de nuevo a ella para su bien.
II. Se esforzó en contrarrestar la parte de la sentencia por la cual había sido hecho errante y fugitivo; porque:
1. Escogió una tierra donde habitar, al oriente del Edén, a cierta distancia del lugar en que sus padres habían residido. Pero su intención de fijar residencia resultó vana, pues la tierra en que habitó resultó para él ser tierra de Nod (que significa: de sacudir o temblar), quizá por la continua inquietud y angustia de su propio espíritu. Nótese que los que se apartan de Dios no pueden encontrar reposo en ninguna parte.
2. Edificó una ciudad, un pequeno villorrio, para residencia fija de su familia (v. 17), sabedor personalmente de lo que significaba errar sin techo que cobije. (A) Algunos ven en este empeño un desafío a la sentencia divina. Dios le dijo que sería errante y extranjero en todas partes. Si se hubiese arrepentido y humillado esta maldición podía haber sido transformada en bendición. (B) Véase qué escogió Caín, después de abandonar a Dios. Trató de establecerse en este mundo, como lugar de su perpetuo descanso. (C) Véase asimismo qué método empleó para defenderse de los terrores de que se veía constantemente perseguido. Acometió la empresa de edificar esa ciudad, para apartar sus pensamientos de la consideracion de su miseria, y para ahogar los gritos de una conciencia culpable con el ruido de las hachas y de los martillos. De manera semejante, hay muchos que eluden sus remordimientos lanzándose al apresurado tráfago de los negocios mundanos. (D) Véase finalmente que, a menudo, la gente mala toma la delantera a los hijos de Dios y les aventaja en prosperidad exterior. Caín y su maldita parenteta habitaron en una ciudad mientras Adán y sus otros descendientes vivían en tiendas de cámpaña.
3. También levantó una familia. Aquí tenemos un breve relato de su posteridad, al menos los primogénitos de su familia, durante el curso de siete generaciones.
Versículos 19–22
Algunos detalles concernientes a Lamec, el séptimo desde Adán por la línea de Caín.
Aunque pecó al tomar para sí dos mujeres, con todo fue bendecido con hijos de las dos, y algunos de ellos fueron muy famosos en su generación, no por su piedad, sino por su ingenio. No sólo fueron hombres de negocios para sí mismos, sino también de servicio para el mundo y eminentes por la invención, o al menos el progreso, de algunas artes útiles. 1. Jabal fue un pastor famoso. 2. Jubal fue un famoso músico, y particularmente un organista y el primero que dio reglas para el noble arte (y ciencia) de la música. Luego que Jabal les puso en camino de hacerse ricos, Jubal les puso en camino de sentirse alegres. Así Jabal fue para ellos como el dios Pan, y Jubal fue su Apolo. 3. Tubalcaín fue un famoso artífice que hizo avanzar notablemente el arte de trabajar el bronce y el hierro, para bien del negocio y de la guerra. Así que éste fue su Vulcano. También los que están destituidos de la gracia y del conocimiento de Dios pueden estar adornados de muchas cualidades y de excelentes y útiles realizaciones, que les proporcionen fama a ellos, y provecho a su generación. Dones de esta clase se encuentran con frecuencia en gente malvada, mientras que Dios escoge para sí lo necio del mundo (1 Co. 1:27).
Versículos 23–24
En este discurso, que aquí se nos refiere, y del cual se habló mucho, con toda probabilidad, en aquellos tiempos, Lamec se manifiesta como un hombre todavía más perverso, como lo eran los de la maldita raza de Caín, por lo general. Él mismo se atribuye una condición fiera y cruel, por la que siempre se mostraba inmisericorde y presto a matar a todo aquel que se cruzase en su camino. Sus mujeres, al saber el genio que tenía y cuán presto estaba siempre a provocar y a responder a la provocación, temían que alguien le causara la muerte. «Miedo nunca—venía a decirles él—; desafío a cualquiera a que se enfrente conmigo; si alguien se atreve, dejadme solo, que ya tomaré buena cuenta de él; sea joven o viejo, lo tengo de matar.»
Versículos 25–26
Ésta es la primera mención de Adán en este capítulo, si se tiene en cuenta que en el primer versículo, la traducción mejor sería: Conoció el hombre … No cabe duda de que el asesinato de Abel y la impenitencia y apostasía de Caín eran para él y para Eva una tremenda pesadumbre. Pero aquí aparece algo que sirvió de alivio a nuestros primeros padres en medio de su aflicción.
I. Dios les concedió ver la reconstrucción de su familia, sacudida y debilitada por tan tristes sucesos. Porque: 1. Tuvieron un nuevo vástago, otro hijo en lugar de Abel (v. 25). Observa la benignidad de Dios y su ternura hacia su pueblo, en su providencia para con ellos; cuando les arrebata algo valioso, les da otra cosa en su lugar, la cual puede resultarles en una bendición mayor que aquella otra a la que pensaban que sus vidas estaban estrechamente ligadas. Quienes matan a los siervos de Dios esperan que así van a acabar con los santos del Altísimo; pero se engañan. Cristo verá aún su linaje; Dios puede levantarle hijos hasta de las piedras, y hacer que, como decía Tertuliano, la sangre de los mártires sea semilla de cristianos. A este hijo, con cierto espíritu de profecía, le llamó Adán Set, que significa fijar o situar, porque, en su simiente, la humanidad continuará hasta el fin de los tiempos, y de él habrá de descender el Mesías; mientras que Caín, el cabecilla de los apóstatas, es condenado a vagar errante, Set, el padre de los piadosos, es bendecido para ser establecido. Así, en Cristo y en su Iglesia, se encuentra la verdadera residencia. 2. Vieron la simiente de su simiente (v. 26), pues a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós, que, en la poesía hebrea, significa hombre.
II. Dios les concedió también ver el reavivamiento de la religión en su familia: Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová (v. 26). No es gran consuelo para una buena persona el ver a los hijos de sus hijos, si no ve igualmente «paz sobre Israel», y a sus descendientes andar en la verdad. 1. Los adoradores de Dios comenzaron a aguijonearse para hacer en materia de religión algo más de lo que habían hecho hasta entonces. Ahora comenzaron a adorar a Dios, no sólo en privado y en familia, sino en público y en asambleas solemnes. 2. Los adoradores de Dios comenzaron a distinguirse así de los demás, pues la frase puede traducirse también de la siguiente manera: Entonces comenzaron los hombres a llamarse por el nombre de Jehová.

 Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 24–27.

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